Primavera en flor

Que por marzo era por marzo, cuando comienza la calor, cuando canta la
calandria y responde el ruiseñor, cuando principian los campos en flor, y los
enamorados despiertan, sirviendo al amor; y cuando el olivar, en las tierras
andaluzas, prepara la llegada de la floración para cosechar a fin de año el ansiado
oro verde. Fue por estas fechas, tal día como hoy, cuando en una familia andaluza,
como casi todas las de entonces, castigada por la guerra civil, celebraba la llegada de
la primera nieta en el año del fin de la guerra (quedaban pocos días para que el 1 de
abril se anunciara al cautivo y desarmado ejército rojo). Nieta que llenó de
esperanza y paz toda una familia de siete hermanos, para unos tiempos duros de
carestía y curación de heridas y odios; de una guerra que nunca debió de acontecer,
pero que en parte fue apoyada por fuerzas extranjeras antagonistas que la
financiaron a costa de las vidas de españoles que no volvieron, ni pudieron ver otras
primaveras ni a sus familias. En definitiva, fuimos una Ucrania.
Fluyen en mi memoria fotos en blanco y negro de las familias celebrando a la
sombra de un olivo con pan y aceite el vareado del olivar, la luz del encalado de las
casas blancas y el terroso búcaro colgado de la rama del árbol; el transporte
ecológico en borrico, la leche recién ordeñada y hervida para la ocasión; y en
especial, la foto en familia de esa adolescente espigada de piel aceitunada y porte
agitanado de arrebatadora e irrepetible hermosura. En definitiva, de tantas
estampas tradicionales de la época que ya no volverán.
En estos tiempos que corren, similares en contexto a los primeros años treinta
del siglo pasado, donde se alimentan a diario odios y divisiones, sediciones y
conflictos; donde lo sencillo lo convertimos en complejo, y donde la falta absoluta
de moral y la abundancia de corrupción campa a sus anchas por las administraciones
públicas y por la motivación de aquellos que las dirigen a golpe dedocrático; más
que nunca, debemos evitar el día en que se pierda definitivamente la cordura. Y
para ello nada como recordar el cumpleaños de mi madre, ejemplo de bondad y
amor, que sigue derrochando sin importar el contexto y los tiempos. Se hace
necesario recordar, en el tiempo renacido de la primavera, que vinimos a este
mundo por la voluntad y entrega de nuestras madres, que lo dieron todo y lo siguen
dando sin condición, y sin importar las circunstancias, el momento o el contexto. No
a la guerra, sí a las madres. Feliz cumpleaños mamá.

Por Pedro Pérez Blanes

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