Preconstitucional ignorancia

Ningún hombre debería tratar de obtener beneficio a costa de la ignorancia de otra persona”.

Marco Tulio Cicerón (106-43 ac)

La tiranía de la ignorancia es… la más dura y lóbrega de las esclavitudes”.

Juan Luis Vives (1493-1450)

 

El arte del engaño y del embeleco, tan propio y consustancial de la novela picaresca del siglo de oro español, no deja de ser un arte elevado a la categoría de virtud a emular por el pícaro. Pero como todo artificio sustentado en la falsedad, la picaresca y el recurso a la información inexacta, imprecisa o simplemente incierta, descansa ineludiblemente en la intención de ese engaño propio made in Spain.

Por Pedro Perez Blanes

Algo así acontece, con el fenómeno del deseo de reescribir la historia desde una perspectiva actual, en personas que no la vivieron y no se molestaron en estudiarla. Tal y como sucede con las hipotéticas huestes nacionalistas catalanas, en la supuesta lucha por la independencia del pueblo catalán en 1714, con Rafael Casanova por adalid. Incidente bélico de la época que no fue más que una lucha dentro de una entonces modesta ciudad de Barcelona, comparable con otras de la España de entonces, en la Guerra de Sucesión española, que ganó finalmente Felipe V. Se luchaba por un monarca de la casa Austria o de la casa  Borbón (según el bando), por una monarquía, no por una república.

El mantra del mundo de Matrix independentista con casi tres generaciones cultivadas en la exclusión del diferente, del hecho diferencial, de la persecución del castellano como lengua oficial, constituye per se, en la tergiversación de los datos históricos y de la realidad manifiesta, un mensaje fanático, antisocial, elitista y excluyente; pero lo que es aún más grave, se insiste en crear enemigos inexistentes (gigantes de grandes brazos que en realidad son molinos) con el resto de España. Quedando el esperpento de un colectivo de personas que dirigen esta farsa y viven de los impuestos de todos los españoles, cobrando sueldos casi insultantes para el ciudadano medio, más las subvenciones, dietas y coches oficiales, por defender una independencia política inviable, con una nula independencia económica y afanando recursos propios y ajenos.

Todo lo expuesto muta en una contundente relación de hechos, que valida la frase del historiador Juan Luís Vives, e impide una vida pacífica de una comunidad de varios millones de ciudadanos, en el entorno de la abducción alineada independentista, cultivada desde la cuna en las más tierna infancia, y que impide el ejercicio de un derecho tan fundamental (este sí que es constitucional) como la Educación en la libertad de opinión y pensamiento.

En el desarrollo de esta tragicomedia, colabora un periodismo pesebrero autóctono, que no duda, por poner un ejemplo, en calificar la famosa bandera con el escudo de España que contiene el águila de San Juan como una bandera preconstitucional, otra falsedad que quizás a fuerza de repetirla consigan algún día hacerla realidad en los libros de su historia.

La Constitución Española, tiene como símbolos reconocidos constitucionalmente sólo la Bandera. El himno y el escudo no tienen rango constitucional sino legal. Por tanto la referencia constitucional al escudo (con águila o sin ella), es inapropiada, improcedente y vulgar.

Pero a mayor abundamiento, poca gente se informa que casi tres años después de aprobada la Constitución, es cuando se cambió el escudo de la bandera española (el del aguilucho como tanto gusta a la lerda neoprogresía definir) por el actual. En concreto, a través de la Ley 33/1981, de 5 de octubre, publicada en el BOE de 19 de octubre de 1981. En esa Ley se estableció en su artículo primero la actual definición y diseño del escudo de España que se inserta en la franja amarilla de la bandera. Sin que conste la obligación de esa inserción por ningún lado. Es más, en su disposición transitoria Primera de la misma Ley se disponía que “Los distintos organismos públicos que utilicen el escudo de España dispondrán de un plazo máximo de tres años para sustituir el escudo hoy en uso”. Dicho de otro modo. Tres años desde la entrada en vigor de esa Ley, estuvo vigente el citado escudo “preconstitucional”, es decir, hasta noviembre de 1984. Muy preconstitucional ciertamente. Causa bochorno, cada vez que un comentarista suelta lo de la bandera preconstitucional. La propia Constitución que fue refrendada por Juan Carlos I, tiene en su primera página el escudo del Águila de San Juan. Sólo la tendenciosa e intolerante ignorancia que campea precisamente como un águila real por toda la península, es la que tergiversa y retuerce la verdad, manifestándola como una osada mentira que suena bien, si se repite sin pausa, hasta convertirla en verdad.

El Águila de San Juan, no sólo no es un símbolo de origen franquista, sino que es el símbolo y escudo del ejército de Tierra. Todo soldado, suboficial y oficial, sabe que en alguna medida denigrar al “aguilucho”, es menospreciar su arma (ejército) y su empleo.

Pero la moda son los clásicos de Disney por lo que se ve. El maniqueismo fácil de buenos guapos y altos, y malos malísimos feos, con sus símbolos imágenes y formas identitarios. Sigamos pues con la picaresca y artificio tecnológico, dejando a la altura del betún, a Monipodio, a Rinconete y Cortadillo, al Buscón, al Lazarillo, y al enteradillo que en el río revuelto de la ignorancia, pesca a sus anchas sobre las negruzcas aguas de la España más cañí y oscura que los siglos vieron.

Retomando las citas de las leyes leguleyas arribamos de nuevo con la Ley citada de 5 de octubre de 1981, a una disposición no menos interesante, y es la transitoria segunda, cuyo tenor literal reproduzco a mayor interés: “Se mantendrán los escudos existentes en aquellos edificios declarados monumentos histórico-artísticos. Igualmente se mantendrán en aquellos monumentos, edificios o construcciones de cuya ornamentación formen parte sustancial o cuya estructura pudiera quedar dañada al separar los escudos”.  Disposición lógica  y con pleno sentido. Lo que prevalece es el interés histórico en el que el edificio se incardina con independencia de su escudo y la simbología que representara en el pasado.

En Santo Domingo (República Dominicana), existe una fortaleza española, llamada la fortaleza Ozama, en cuya entrada principal de acceso y pórtico, hay un enorme relieve en piedra del escudo imperial español del águila bicéfala. Ese escudo, doy fe, es claramente preconstitucional y pertenece a la etapa más absolutista de la historia de la humanidad, donde sólo la voluntad del emperador o rey era Ley. Pues bien, ninguno de los políticos dominicanos desde su independencia, se ha cuestionado destruir el símbolo y el escudo, por representar el colonialismo y la supuesta tiranía de la ocupación española de sus tierras en el pasado.

Enjuiciar sobre la historia pasada y pretérita, con juicios y códigos de valores actuales, denota falta de perspectiva de los juzgadores, que tienden a mirar más a una historia que está sólo en el imaginario de su mente, en lugar de proyectar esos valores actuales sobre la construcción del futuro para una sociedad mejor.  Querer cambiar la historia o juzgarla a través de la supresión, ocultación o modificación de sus símbolos, tiene la misma naturaleza infantil que el niño pequeño que le da una patada a la silla por ser la culpable de su tropiezo y la dibuja en su mente como un ser animado.

¡Comentaristas!, ¡Presentadores!, ¡Por favor!, preconstitúyanse en seres racionales y no en juzgadores preconstitucionales de la nada nadera, de la nimiedad aparente; aunque sólo sea por justificar el sueldo.

 

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